Revestirse del espíritu de Jesucristo y educar, formar y acompañar el corazón del misionero vicentino será una tarea de toda la vida. No se puede pensar que sea necesaria por los últimos acontecimientos que han marcado a la Iglesia, sino porque Dios habla en todo momento, y la Iglesia, los bautizados y, de manera especial los que consagran su vida al Señor, están llamados a dar una respuesta no sólo de palabras. Todos están llamados a reproducir en sus vidas unos sentimientos y valores que no pasan de moda.
Los males se pueden transformar, pero los valores de Jesús no son moda, el corazón y su interioridad es una realidad latente cada día en búsqueda siempre de una respuesta que sólo se podrá encontrar en la contemplación de la persona de Jesús.